En el año 1477, los Reyes Católicos donaron la ermita y todos los terrenos adyacentes a los monjes del Monasterio de El Parral.
Posteriormente, Felipe V conocería los terrenos en una de sus visitas al Palacio de Valsaín y pensó en construir un palacio en la granja, como también hizo su abuelo Luis XIV en Versalles. Habían pasado 200 años desde la donación de los Reyes Católicos.
En un principio, Felipe V iba a construir un palacio inferior al que finalmente hizo, ya que quería ese lugar para retirarse cuando abdicara en su hijo Luis I, pero su primogénito falleció en 1724 y esa repentina muerte lo hizo volver al trono.
Se casó nuevamente con la que fue su segunda mujer, Isabel de Farnesio y todos esos cambios en el rey hicieron que la construcción del Palacio y los Jardines se vieran engrandecidas.
Los jardines fueron construidos bajo la dirección del escultor Renato Carlier y del Jardinero Mayor, Esteban Boutelou. El estilo, diseño y construcción de los mismos es muy parecido a los Jardines de Versalles y de Marly.
Renato Fremin, Juan Thierry y Jacques Bousseau se encargaron de realizar los grupos de esculturas.
Durante los veinte años siguientes se ampliaron los jardines y el Palacio, que embellecieron y utilizaron como residencia de verano todos los sucesores del rey hasta Alfonso XIII.
En estos jardines hay 26 fuentes monumentales con juegos de aguas y personajes de historias mitológicas, dedicados a Diana, que representa la Luna.
El Palacio es un ejemplo de arquitectura palatina europea, con mucha influencia francesa y del barroco español e italiano.
La fachada mezcla varios estilos aunque su influencia sea italiana. Realizada en piedra rosácea de Sepúlveda por el italiano Juvara, está cubierta de balcones y ventanas flanqueadas por columnas con capiteles corintios y unas pilastras grandes que, arrancando del suelo, recorren las dos plantas del edificio. Su escultura decorativa la realizó el escultor Baratta y es de mármol de Carrara.
La primera planta del Palacio tiene una galería de estatuas que fueron traídas desde Roma.
También destaca el Salón de Mármoles y estancias de la infanta Isabel, así como los comedores.
Las paredes, cuadros y ornamentación son de gran valor, con una impresionante belleza y mucho lujo, que realmente es la tónica de todo el Real Sitio.
Las habitaciones también están decoradas con mármoles de Carrara, lacas japonesas, tibores orientales, relojes, mobiliario y lámparas de cristal entre otros muchos objetos, todos ellos de los siglos XVIII y XIX.
Las series flamencas de Los Honores, el Apocalipsis, la Historia de Ciro el Grande, Los Triunfos de Petrarca y San Jerónimo en oración, destacan en el museo de tapices.
Después está la Sala de Lacas y las bóvedas, que fueron pintadas al fresco.
Una parte muy importante es "La Colegiata", que es lo primero que se ve del Palacio cuando se sube por la bella alameda. Está situada en el centro y rematada con unos bellos capiteles bulbosos, muy novedosos en España en aquella época.
Hay que hacer mención al Templo, donde se encuentran los cuerpos de los reyes Felipe V e Isabel de Farnesio.
Y sin duda, los Jardines son impresionantes. Conservan la esencia de los típicos jardines del siglo XVIII.
Estos Jardines ocupan 146 hectáreas, de las que 67 son bosques auténticos.
Está formado con parterres y bosquetes delimitados con paredes de vegetación formadas con carpe, y alineaciones de árboles, en especial tilos y castaños de Indias. En el siglo XIX se introdujeron nuevas especies, sobre todo coníferas como las monumentales sequoias, plantadas ante la Real Colegiata, en los jardines del Medio Punto.
Los jardines se plantearon para tener más importancia que el propio palacio. El rey Felipe V planteó su construcción de acuerdo con los gustos franceses, lo que dio lugar a un jardín con abundantes adornos en las fuentes y las esculturas, aunque más adelante, la influencia italiana de Isabel de Farnesio también se hace notar en los jardines.
Dentro del conjunto destacan las fuentes, los grupos escultóricos y las estatuas realizadas por Thierry, Demandré, Pitué, Fermín y Bousseau. Para completar el conjunto se trajeron numerosas especies de árboles de diferentes lugares y países: cedros, tilos, arces, castaños de indias y sequoias.
Estatuas de mármol blanco, y jarrones del siglo XVIII, decoran los parterres y avenidas del jardín, que se completan con grandiosas esculturas en las fuentes, en plomo pintado imitando bronce.
Destacan las de Neptuno, Apolo y Andrómeda en la amplia perspectiva de las Carreras de Caballos; la Cascada de Anfítride, ante el Palacio; y las de las Ocho Calles, el Canastillo, los Baños de Diana y la Fama.
El agua que alimenta sus surtidores llega desde un gran depósito llamado "El Mar", situado por encima de la zona ajardinada, que recibe su caudal de los montes cercanos. Por la fuerza de la gravedad, como en el siglo XVIII, el agua de algunos surtidores alcanza los 40 metros de altura, como el de la fuente de la Fama.
0 comentarios:
Publicar un comentario